Que tire la primera piedra aquel papá o mamá que no se ha sentido avergonzado por un berrinche de sus hijos!
Los berrinches son manifestaciones de frustración, tristeza, ira o miedo, cuyas características varían conforme a la personalidad de los niños, e incluyen llantos, gritos, tirarse o revolcarse en el piso, azotar puertas, lanzar objetos, o incluso golpearse a sí mismos.
Si bien estas conductas son una de las primeras formas de comunicación del individuo, normales desde los 18 meses hasta los 5 años, podemos sugerirte algunas técnicas para irlas manejando más asertivamente:
- Anticípate. Todos los padres sabemos qué situaciones superan a nuestros hijos. Anticipar es simplemente tomar ciertas precauciones, ya que, si bien no se trata de tenerle miedo al berrinche, seguramente hay situaciones que está a nuestro alcance evitar. Por ejemplo: hay muchos niños que son muy irascibles si tienen sueño o hambre. Ten listos bocadillos saludables en caso de que surja la necesidad.
- Observa e identifica. De esta manera podrás darte cuenta en primera instancia la causa del berrinche. Podrás ir afinando tu observación para ver si se trata de un enojo, de algo que no puede hacer y le frustra, o si simplemente es una manera de manipularte.
- Direcciona su atención en otra cosa. Cuando te percates de que va a iniciar un berrinche (por ejemplo, porque quiere un juguete), con suavidad tómalo de la mano y pídele que te acompañe a buscar el alimento que tanto le gusta a la mascota. Lo importante es lograr que su atención y su mirada se centren en algo diferente. Puedes pedirle que canten una canción o empezar a contar una anécdota.
- Llévalo a un lugar seguro para gritar y llorar. Utiliza la técnica “tiempo fuera”. Abrázalo, cárgalo y sácalo del sitio donde empezó el berrinche. Pregúntale por qué llora o grita; esa cercanía es clave para intentar entablar una comunicación más acertada.
- Háblale mientras se desahoga. Haz que comprenda que entiendes su molestia, pero que sólo tendrá tu atención cuando se calme. Bríndale una explicación acercándote, mirándolo a los ojos y con un tono calmado hazle saber que lo entiendes, pero explícale firmemente por qué las cosas no pueden ser como él quiere.
Si a pesar de esto, ahora grita más o te agrede, haz un gesto de molestia (evita insultarlo o forcejear) y dale una advertencia firme, por ejemplo: “estás empezando a perder el control y así no podemos funcionar”. Tómalo de la mano con firmeza y llévalo contigo.
- Mantén tu postura. Aunque el niño esté más calmado, si aún está sollozando es importante que sepas que aún no es tiempo de ser cariñosa. Nuestros hijos nos están midiendo y nosotros debemos ser quienes marquemos el límite.
- Reitera el mensaje con un tono y actitud más cariñosa. Si se ha mantenido calmado por más de 5 minutos es momento de reiterar el mensaje en un tono más amable. Pregúntale si ha entendido porqué has dicho no a su petición y escúchalo con atención para que sepa que puede expresar sus emociones desde un estado de ánimo más relajado. Reitérale que puede manifestar sus emociones sin recurrir a rabietas.
Nuestra paciencia es una pieza clave para erradicar estos comportamientos. Amar a nuestros hijos implica mucho más que sólo evitarles sufrimiento; debemos ser capaces de brindarles herramientas para entender que no siempre será posible complacerlos y que puedan desarrollar su tolerancia a la frustración.